“VISION AND LOOK”
Javier Vallhonrat
Para el catálogo de AMOR FOSÍL
To speak of the photographic instant is to speak of the space-time coordinates from which the photographer has undertaken, since photography was born, a long task: to discover and capture, through its appearances, the hidden essence of things. For this purpose the camera was the instrument, the window from where to watch reality: and, through that look, to transform it by giving new meanings to it. To fix the act of looking becomes, in this way, an act of appropriation of the look. Paradoxically, the photographic camera is, at the same time an instrument of posesión and the barrier which separates the photographer from his object, turning him in this way into a voyeur and a watcher. Tomy Ceballos cobres this distance through a process in which that look is substituted by the vision. Fed by the energy hidden in the myths and archetypes personified in the human body, and by the revealing power of the shapes suggested by Nature, Tomy’s images show the need to relate the visual creation with the direct experience; and he achieves this by avoiding the look. In this work, what is defined is not the front sight of the photographer-hunter, but the space of the maker, officiant and visionary. In contact with the essence of the photographic process, hung in time by the direct action of the light on the sensitive material, Tomy transforms an actino, of which he himself is phisically a direct part, into a photograph where the body manifests, through its gesture, its revealing power. Making double use of the photographic chemistry, reality, ghostly reconstructed by our memory, and the abstract sign, exercising its power to get us closer to the essential, collide to let us achieve their vision: that of the essence of things.
“VISION Y MIRADA”
Javier Vallhonrat
(Para el catálogo de la exposición Amor Fósil) 1994 Hablar del instante fotográfico, es hacerlo de las coordenadas espacio-temporales a partir de las cuales el fotógrafo ha acometido, desde el nacimiento de la fotografía, una larga tarea: descubrir y capturar, a través de sus apariencias, la esencia oculta de las cosas. Para su empresa, ha tenido en la cámara fotográfica el instrumento, la ventana, desde la que mirar la realidad: y, a través de esta mirada, transformarla otorgándole nuevos significados. Fijar el acto de mirar, de este modo, se convierte en acto de apropiación de lo mirado. Paradójicamente, la cámara fotográfica es, a la vez que instrumento de posesión, la barrera que separa al fotógrafo de su objeto, convirtiéndole así en voyeur y observador. Tomy Ceballos salva esta distancia mediante un proceso en el que la mirada es sustituida por la visión. Alimentado por la energía oculta en los mitos y arquetipos encarnados en el cuerpo humano, y el poder revelador de las formas sugeridas de la naturaleza, las imágenes de Tomy ponen de manifiesto la necesidad de relacionar creación visual con experiencia directa; y esto, lo consigue eludiendo la mirada. En esta obra, lo que se define no es el punto de mira del fotógrafo-cazador, sino el espacio del artífice, oficiante y visionario. En contacto con la esencia del proceso fotográfico, suspendido el tiempo por la acción directa de la luz sobre el soporte sensible, Tomy transforma una acción, de la que él mismo es parte físicamente directa, en un registro fotográfico donde el cuerpo manifiesta, a través del gesto, su poder revelador. Haciendo un doble uso de la química fotográfica, la realidad, reconstruida fantasmalmente por nuestra memoria, y el signo abstracto, ejerciendo su poder de acercarnos a lo primordial, colisionan para permitirnos alcanzar su visión: la de la esencia de las cosas.
LA IMAGEN FRÁGIL
Marta Gili
Publicado en 1994.- (……). Otros, por el contrario, como los artistas de esta muestra, cuestionan críticamente estos términos. La imagen para ellos no es “ aquello que representa exactamente a otra cosa”, sino que se vuelve apariencia o huella, ficción o indicio. La imagen pierde aquí su carácter de inmutabilidad para convertirse en una imagen frágil, flexible y sugerente. Desposeída esta “ imagen frágil” de su pátina de “poder mediático”, se convierte en un medio expresivo que sintoniza a la perfección con aquellos aspectos más intangibles, y también frágiles, del ser humano. (…….). También Tomy Ceballos, finalmente, incide en la noción de memoria, pero desde una perspectiva distinta: la de plasmar un cierto imaginario colectivo, fruto de la literatura, de las leyendas y la imaginación. Ceballos cruza el proceso del “ fotográma” (la estricta huella del objeto sobre la emulsión fotosensible), que debe interpretarse como un pacto de puro registro, con la representación de figuras fantásticas, a menudo emparentadas con las mitologías populares. La suya, por lo tanto, constituye una antimemoria refrendada, paradójicamente, por un método autentificador que termina revelándose cargado de posibilidades plásticas. Para el profano, el resultado puede parecer más pictórico que fotográfico -y de hecho Ceballos confronta el problema de la especificidad-, de la misma manera que las imágenes, frágiles, etéreas y cósmicas, evocan el territorio de lo imaginario entre el cielo y la tierra. (…….).
Océanos Pacíficos
Habitar lo digital
Pedro Medina
A Manfredo Tafuri le gustaba citar dos artículos del primer número de Das Andere en los que Adolf Loos reflexionaba sobre lo “moderno”, para reivindicar la figura del artesano, porque es el que realmente sabe hacer las cosas, es el Bau-meister que reúne conocimiento técnico y construcción. Hace unos años Richard Sennett defendió algo similar en El artesano, para llamar a la acción dentro de la actual sociedad de consumo, que olvida la excelencia y no piensa en aquellos conocimientos que constituyen la textura de la sociedad y la economía.
Frente a la nueva serie de Tomy Ceballos, donde lo digital cobra protagonismo, parece extraño esta referencia al “saber hacer” del artesano, más propio del mundo de lo manufacturado. Sin embargo, en la época de Hermes –que diría Michel Serres–, donde la comunicación está en el centro de las transformaciones sociales (ya patente en los años sesenta, pero que con la digitalización del mundo ha dado saltos agigantados), se hace necesaria también una reflexión sobre las formas que esta digitalización ha propiciado.
Tomy Ceballos, es un Bau-meister –en el sentido que anunciamos aquí– de la fotografía, es decir, un conocedor profundo de su técnica y sus posibilidades desde que literalmente “dibujara con luz” en los años noventa, para explorar continuamente las posibilidades de un medio que adora.
Esta inquietud le ha llevado ahora a “habitar” lo digital para reflejarlo desde sus adentros, transformando en atractiva realidad un lenguaje con frecuencia huidizo y frío. Explora sus arquitecturas, huellas de vidas por vivir, para descubrir una narración compleja y abierta a la multiplicación de las interpretaciones; una obra que se entrega al placer de la forma, pero tras la que residen hondas preocupaciones sobre el lenguaje usado y las derivas que proyecta.
Una de las consecuencias de este proceso es que parece desaparecer la memoria, aunque solamente en apariencia, ya que la pieza escultórica de la serie es, en realidad, un enlace sutil con décadas pasadas desde las que todavía emerge una luz que ha conocido sucesivas transformaciones, las de una fotografía que precisamente tiende a buscar las tres dimensiones.
Es este ensayo formal, desde una pureza de elementos mínimos, el que ahora permite que se asome una tridimensionalidad deseada, dando lugar a una nueva experiencia: la creación de lugar y no solamente su muestra, el proyecto de una arquitectura y un pensamiento que emerge desde el interior de la fotografía.
Y ello lo realiza sabiendo que en el fondo la fotografía no es más que un sistema de selección visual. De esta manera, y en esta época, una propuesta como la de Tomy Ceballos no puede ser entendida más que como la respuesta pertinente a este mundo en fuga y a la búsqueda de una forma desde la que narrar tal condición. En efecto, se asume aquí con todas sus consecuencias el diagnóstico reconocido por Joan Fontcuberta en La cámara de Pandora: “las fotografías analógicas tienden a significar fenómenos, las digitales, conceptos”. No es, por tanto, un trampantojo (“trampa ante el ojo”) lo que hallamos en esta serie, sino una verdadera especulación sobre un estilo que debe evolucionar por necesidad.
En definitiva, este periplo lingüístico permite que su obra se encamine hacia una gran síntesis, capaz de reunir las dimensiones arquitectónicas del hacer fotográfico, físico y digital. El objetivo: alcanzar una armónica composición de formas, color y vida, que provoque en el espectador una honda meditación sobre este fascinante medio y sobre los trayectos más sugestivos para experimentarlo, un periplo que necesariamente nos incitará a pensar otras derivas a la altura de nuestros tiempos.
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